Por Mauricio Preisser Cano

México se encuentra en un momento crítico donde la realidad social contrasta dramáticamente con las prioridades del gobierno federal. Mientras millones de ciudadanos luchan contra la pobreza, la inseguridad y la falta de oportunidades, el gobierno federal parece estar más preocupado en sus estrategias electorales, desatendiendo los problemas estructurales que lastiman a la población.

La administración actual ha convertido la política en un espectáculo permanente, donde los reflectores se dirigen más a la confrontación mediática y las próximas elecciones que a la implementación de soluciones concretas. Los programas sociales se han transformado en herramientas de propaganda, concebidos con el propósito de atraer apoyo electoral más que de atender de manera auténtica las necesidades de los mexicanos en situación de mayor vulnerabilidad.

Los datos son reveladores: mientras el gobierno federal invierte enormes cantidades de recursos en proyectos de alto perfil mediático, la inversión en educación, salud y desarrollo económico sigue siendo dramáticamente insuficiente. Según cifras del CONEVAL, más de 50 millones de personas continúan en situación de pobreza, una cifra que pareciera que no inmuta a quienes se encuentran en  el poder.

La pandemia dejó al descubierto las profundas fracturas del sistema. En lugar de diseñar una estrategia integral de recuperación económica, el gobierno federal ha privilegiado la narrativa política, culpando constantemente a administraciones anteriores y alimentando una polarización que únicamente distrae de los verdaderos problemas nacionales.

Las comunidades rurales, los jóvenes sin oportunidades, los trabajadores informales y los pueblos indígenas siguen siendo invisibilizados. Mientras los discursos oficiales se llenan de retórica revolucionaria, la realidad muestra un abandono sistemático de los sectores más necesitados. Los recursos públicos parecen más orientados a mantener una maquinaria electoral que a generar verdaderos cambios estructurales.

El gobierno actual ha convertido la gestión pública en un ejercicio de marketing permanente. Las decisiones se toman pensando más en el impacto mediático y en las próximas contiendas electorales que en el bienestar real de los ciudadanos. El clientelismo político continúa siendo una herramienta fundamental para mantener cuotas de poder, sacrificando cualquier posibilidad de transformación genuina.

México requiere un cambio radical. Necesitamos políticos comprometidos que entiendan que gobernar no es hacer campaña permanente, sino resolver los problemas cotidianos de la gente. La democracia no puede seguir reduciéndose a un simple ejercicio electoral cada determinado tiempo, sino que debe ser un proceso continuo de construcción de ciudadanía y bienestar colectivo.

La esperanza sigue estando en los ciudadanos. Son ellos quienes, a pesar de un sistema que los margina, continúan trabajando, resistiendo y construyendo comunidad. Son los mexicanos de a pie quienes realmente sostienen el país.