Ayer las mexicanas y los mexicanos abrimos un capítulo inédito: por vez primera elegimos de forma directa a jueces, magistradas y ministros. El impulso reformador de Andrés Manuel López Obrador y la determinación institucional de Claudia Sheinbaum hicieron posible que la justicia dejara de ser asunto exclusivo de élites para pasar a manos de la ciudadanía. Cada voto emitido reafirmó que la Cuarta Transformación no es un lema; es la decisión de trasladar el poder público al corazón del pueblo.

Sin embargo, la historia recién comienza. El Instituto Nacional Electoral ha estimado una participación de apenas 12.57 %-13.32 %, alrededor de 13 millones de personas. Lejos de desalentar, este dato señala un amplio campo de acción. ¿Por qué acudió tan poca gente? Influyeron la logística limitada, la novedad del proceso y la falta de difusión sobre cómo el Poder Judicial impacta la vida diaria.

La baja asistencia, entonces, es un llamado a profundizar nuestra cultura cívica. Necesitamos explicar, con ejemplos concretos, que una sentencia justa protege el salario, el ambiente o la equidad de género; acercar casillas y tecnologías de voto a comunidades remotas; y asegurar presupuestos que garanticen información oportuna, no de último minuto. Sobre todo, debemos convertir la indignación en propuestas y la crítica en vigilancia permanente.

La democracia no se agota al cerrar las urnas. Comienza con nuestra corresponsabilidad diaria de exigir transparencia y construir un diálogo respetuoso que incluya a todas las voces. Que la participación limitada de ayer sea solo el primer peldaño hacia un país donde cada persona comprenda que su firma en la boleta se traduce en justicia cotidiana.

Sigamos adelante: un México con un Poder Judicial electo por la gente demanda una ciudadanía consciente, informada y activa. Ese, y no otro, es el verdadero motor de cada transformación.

 

Dra. Myriam Martínez Ramírez
Comunicadora, activista social y fundadora de Morena en Michoacán