Cuando la vida nos detiene de forma abrupta, cuando tenemos que cambiar los planes, y no por moda sino por necesidad, cambiar la forma de relacionarnos hoy, podemos inferir que el mañana es incierto y poco alentador.

Esto fue lo que nos pasó con el SARS COVID-19, un fenómeno mundial calificado  con grado de pandemia que  se ha llevado casi tres millones de vidas, donde más allá de las cifras, para unos significativas, para otros no; a todas y a todos nos deja amargo sabor de boca, puesto que las cifras según los noticieros dejan de ser solo números aislados y se convierten en significativos cuando tienen el nombre y apellido de una o un conocido, y cobran mayor impacto si este es un familiar cercano.

Desde el más grande empresario al pequeño productor, desde el más consolidado en su ramo laboral al nuevo emprendedor, todos han olfateado el miedo, visto la caída y sentido el impacto de la nula cultura de prevención económica del proveedor y el consumidor.